de las cosas

que pensaba cuando tenía 6 años: me parecía que vivía dentro de una obra de teatro y que al final de todo, de todo, se abriría el telón y yo, volvería a ver a mi abuelo. Él, estaría ahí, vivo, mirando nuestros caminos.




Ahora, ya no creo.




Donaciano, mi abuelo, me enseñó el gusto por la lectura, el anís, el dominó y el olor a puro. Me sentaba en sus piernas y lo escuchaba, leía la biblia al final de sus días. No le daba miedo saber que le faltaba poco para dejar esta humanidad, en su agonía nos mandó a llamar a sus nietos, y uno por uno se despidió de nosotros. Fue masón, así que en su funeral la sala se repletó de ellos. Todos de negro, todos tan ancianos, tan lejanos a lo que yo conocía de él.



Yo usaría sus guayaberas muchos años después. Por "amor" regalé la última que quedaba.




Mi abuela quemó todas sus pertenencias, error garrafal, sus libros también. Mi hermana y yo logramos salvar uno sobre Pancho Villa, Sinue el Egipcio y Trópico de Capricornio. Me gusta saber lo que leía.



Su mujer, Marcelina ha tenido que vacacionar conmigo. La hemos pasado bien, me ha contado cosas de él que nunca imaginé. Me enseñó a preparar unas comidas riquísimas y a beber whisky en las comidas. Nunca creí que iría con ella a un viaje tan largo. Lo he disfrutado.

Marcelina Blandina de la Santisima Trinidad, es mi abuela y yo aprendí a amarla como antes no pude.


   
Mar

Comments

Popular posts from this blog

Behind the window...